Durante la Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible que se realizó en el año 2015, se definieron unos puntos para poner fin a la pobreza, proteger los recursos naturales y garantizar que todas las personas tengan acceso a una vida digna. En este evento mundial se definieron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS); conjunto de 17 metas que incluyen desafíos globales como la pobreza, la desigualdad, el clima, la degradación ambiental, la prosperidad, la paz y la justicia.
Unos de los temas por destacar son los de proyección social y mejoramiento de la calidad de vida para personas vulnerables o en situación de pobreza en los que se plantea, según el primer ítem de los ODS propuestos al 2030, que todas las personas tengan igualdad de derechos a los recursos económicos, acceso a los servicios básicos, a los recursos naturales, a la microfinanciación, entre otros. En el segundo punto se expone la idea de duplicar la productividad agrícola y los ingresos de los productores de alimentos en pequeña escala mediante un acceso seguro y equitativo a las tierras y a otros recursos de producción. Así como a insumos, conocimientos, servicios financieros, mercados y oportunidades para la generación de valor añadido y empleos no agrícolas.
Existe una relación entre el proceso de paz en Colombia y los ODS con aportes entre sí, pues si se avanza en uno, se impulsa el cumplimiento del otro, y viceversa, puesto que con los ODS se abordan problemáticas en temas ambientales, económicos y sociales en pro de un país que trabaje por el desarrollo sostenible y por la paz total y duradera.
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), los ODS constituyen un compromiso para poner fin a la pobreza en todas sus formas y dimensiones para 2030, lo que requiere dirigir la atención hacia los más vulnerables, aumentar el acceso a los recursos y servicios básicos, y apoyar a las comunidades afectadas por conflictos y desastres relacionados con el clima. Por población vulnerable en Colombia se refiere a personas que están por debajo de la pobreza monetaria; esto es, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), quienes devengan ingresos entre $420.676 y $780.292. En datos oficiales del DANE (2023), se encuentra que el 39,3 % de la población colombiana vive en situación de pobreza y son, en su mayoría, mujeres adolescentes pertenecientes a etnias, de entornos rurales, migrantes y víctimas del conflicto armado, que corresponden al 42,9 %.
Tanto gobiernos como organizaciones no gubernamentales, sector privado, sociedad civil y universidades tienen el deber de hacer lo posible para que los ODS se cumplan, sea desde la adopción de prácticas sostenibles, investigación, promoción o implementación de soluciones que cooperen con la causa. En este sentido, las instituciones de educación superior son partícipes de este aporte a la comunidad; no solo son lugares donde se transmite información y se promueve la investigación para el crecimiento institucional, sino que son entidades claves para impulsar el desarrollo de la población, el compromiso con la mejora continua de la calidad de vida, el acceso al conocimiento y el avance de la innovación como componentes esenciales para el progreso de la sociedad.
Encaminados en esta dirección surgen muchos de los procesos sociales desde las universidades hacia las regiones, con lo que se busca acrecentar las posibilidades de bienestar y acceso a la información de sus habitantes. Este es uno de los principales objetivos que se plantea la Red Universitaria de Extensión y Proyección Social (RUEP), una coalición interinstitucional compuesta por 25 Instituciones de Educación Superior (IES) de Antioquia que articula conocimientos, iniciativas y recursos para desarrollar estrategias que contribuyan a respaldar la labor de servicio comunitario. Algunos de los objetivos son propiciar relaciones de solidaridad y cooperación entre las partes para fortalecer políticas, prácticas y procesos, así como promover espacios de análisis y reflexión para posibilitar la formación permanente de los integrantes y los equipos de trabajo de las entidades, y generar un aprendizaje colaborativo que posicione la extensión y proyección social como una de las funciones claves para el desarrollo de las IES, de la que hace parte la Institución Universitaria Pascual Bravo.
Precisamente, un ejemplo de relevancia de iniciativa social se genera en esta institución, que integra el desarrollo tecnológico para el beneficio de comunidades rurales en alguna situación de vulnerabilidad. Con este programa, llamado Mecanos para la Paz, se aporta a la construcción de estructuras sólidas y perdurables para la tejer acuerdos de paz mediante procesos prototípicos que ofrecen mecanismos para facilitar la productividad en diversas etapas de la producción agrícola. Los prototipos desarrollados se basan en la recopilación de tecnologías empleadas en la lucha contra la pobreza.
Mecanos para la Paz nació en 2017 como un proyecto de investigación cuyo propósito era beneficiar a víctimas del posconflicto. En los siguientes años se transformó el concepto social hacia un emprendimiento de desarrollo tecnológico que propone soluciones a dificultades que puedan presentar las comunidades en situación de vulnerabilidad y que desean optimizar sus condiciones de vida; estas, por lo general, localizadas en zonas donde es necesario establecer procesos de construcción de paz estable y duradera: «Cuando empezamos a trabajar la parte conceptual del proyecto y dimensionamos las problemáticas que se estaban viviendo, nos dimos cuenta de que esto iba más allá del desarrollo tecnológico y que la intervención social era de suma importancia», explica Gustavo Tobón, psicólogo y docente del Pascual Bravo, encargado del mejoramiento productivo y de lo relacionado con la mediación con las comunidades.
Dentro de este programa se desarrollan soluciones que impulsan la producción de las familias campesinas hacia una vida más digna como se logró con la desgranadora de maíz, la trilladora de leguminosas, la trituradora de vegetales, el rallador de yuca, la descascaradora y trituradora de arroz, la despulpadora de café, la secadora de granos, la picadora de forrajes, el procesador de almidón, la despulpadora de frutas, entre otros. Máquinas a pequeña escala y simples de usar que facilitan el quehacer diario de quienes las usan.
De la universidad al campo
Mecanos para la Paz ofrece un acompañamiento de principio a fin; la idea es que los beneficiados se apropien del resultado de las soluciones que se les brinda dentro del plan de trabajo, lo adopten a su diario vivir y continúen avanzando en él: «Estos equipos están al servicio de las comunidades; no al contrario. Lo primero que nosotros hacemos es un trabajo de focalización de la población a partir de los actores que se encuentran en campo, que son los líderes que tienen que ver con juntas de acción comunal, con participación social, que conocen las necesidades de sus comunidades. Así empezamos a hacer una selección de esas personas para mejorar sus condiciones de vida a partir de iniciativas propias, confiando en sus capacidades, sea las individuales o de su grupo familiar», cuenta el psicólogo.
Beatriz Yepes, beneficiaria de Sabanalarga, Antioquia, es líder de la Asociación de Casas Familiares Rurales de Educación y Orientación bajo la Pedagogía de la Alternancia en Antioquia) (ACFR) que vela porque los campesinos tengan una vida más digna. Con el fin de continuar y complementar dicho programa, contactó a la Institución Universitaria Pascual Bravo para pactar una alianza con Mecanos para la Paz, programa con el que serán beneficiadas 53 familias de dos veredas del municipio.
Según Beatriz, para el campesino es difícil acceder a ciertas maquinarias por lo costosas, grandes y poco funcionales, pues sus producciones no son a niveles industriales: «Cuando nos encontramos con Mecanos para la Paz nos sorprendimos con las máquinas hechas a la medida del campesino; portátiles, de fácil transporte y prácticas», añadió. Y es que dichos artefactos son de producción individual, lo que quiere decir que no superan los 100 vatios de potencia por hora; son efectivos, eficientes, de bajo consumo de energía y de alta productividad que reemplaza el esfuerzo humano para que, de manera automática, realice su producción. Tienen un bajo peso que oscila entre los 30 kilos, lo que además facilita su transporte para llegar a los municipios más retirados del casco urbano o con vías sin pavimentar.
«Algo que nos llamó la atención es que son de tracción lenta, lo que conlleva a tener una mayor durabilidad y que no son para grandes volúmenes. Por ejemplo, yo tengo cinco gallinas, entonces con una máquina de estas podría prepararles la comida para toda la semana, ahorrándome tiempo y energía, pues además funcionan con energías limpias, lo que es fabuloso», añade Beatriz, quien cuenta que los mecanismos que serán entregados son uno para fabricar aceites esenciales y otro para hacer comida de animales de granja, los cuales tendrán como destino la vereda Los Tendidos y la vereda El Socorro, en Sabanalarga.
Finalmente ¿qué es un mecano?
Un mecano es un conjunto de piezas o componentes mecánicos que se pueden ensamblar para crear estructuras o dispositivos. Estas piezas suelen ser simples y están diseñadas para encajar entre sí de manera que permitan construir una variedad de objetos, desde juguetes hasta prototipos de máquinas de manera simple. Cada mecano incluye piezas como tornillos, tuercas, barras, engranajes y otros componentes que se pueden unir para construir diferentes estructuras sin necesidad de ser un experto en ensamblaje.
Cómo se selecciona a los beneficiarios
Para esta clasificación se realiza un análisis para identificar la cadena de valor productiva sobre la cual la comunidad está trabajando y qué aspecto requiere una intervención tecnológica. Luego se seleccionan los emprendedores que se beneficiarán: «Si no se realiza este proceso, las personas van a terminar teniendo una máquina que no les va a servir, por eso primero miramos en esa cadena de valor cuál es el sistema productivo que tiene unas condiciones críticas para poder ser llevado a cabo bajo el concepto de mecanos que son máquinas de producción personal», cuenta Carlos Alberto Ocampo; docente vinculado al proyecto, quien ayuda a que el producto final encuentre un mercado y tenga la capacidad de sacarlo adelante con un modelo de negocio.
Los diferentes procesos de Mecanos para la paz
La intervención social representa una etapa fundamental en el enfoque de trabajo diseñado para potenciar el desarrollo productivo de las comunidades en situación de vulnerabilidad. Esta fase se caracteriza por la ejecución de un proceso de sensibilización dirigido a cada uno de los participantes con el fin de constituir los objetivos establecidos en el marco del proyecto en colaboración con la comunidad. El propósito principal es encontrar el perfil innovador y pionero de los futuros beneficiarios, dándoles a entender su papel y participación activa en el plan. «Queremos que estas poblaciones tengan capacidad de autogestión y que se concienticen de que se pueden empoderar y sacar adelante una idea de negocio que sea de su interés a partir de la elaboración de un producto que consideren que es viable», explica Gustavo Tobón, quien cuenta que las personas beneficiadas también tienen una serie de compromisos: «la idea no es que abandonen el emprendimiento si no que le encuentren un sentido y se apropien, teniendo en cuenta que hay unas normas y responsabilidades. Queremos que vean esta propuesta como una oportunidad que va a fortalecer sus capacidades a nivel individual o familiar para salir de la zona de confort», añade Tobón.
Luego de esto se caracteriza a la población para recopilar datos generales, psicográficos, contextuales y sociodemográficos que permiten identificar las condiciones en las que viven y la satisfacción de las necesidades humanas. Este acompañamiento está a cargo de Yeimy González, encargada de la proyección social. «Entregamos las máquinas, pero también capacitamos a uno o varios líderes encargados de manejarlas y hacerles el mantenimiento para garantizar la perdurabilidad del plan», enfatizó González.
Como parte del contenido, se ofrecen talleres para la empatía, trabajo grupal, motivación, comunicación asertiva, eficiente y eficaz. Cada taller tiene un objetivo general y específico; cuenta con el orden y la intención de las actividades; qué se quiere y cómo se va a lograr. Todo esto hace parte de la preparación para el siguiente paso que es la intervención tecnológica o el manejo de la máquina.
La intervención tecnológica se caracteriza por la implementación de actividades con el objetivo de guiar, supervisar y registrar el proceso de modelado y construcción de recursos electromecánicos para impulsar la productividad, aprovechando la versatilidad de los mecanos como prototipos ágiles en la creación de soluciones tecnológicas de producción personal; todo esto se entrega a los beneficiarios del proyecto, con un acompañamiento en la implementación y explotación de dichos recursos por parte del docente Carlos Mario Moreno, encargado de orientar, capacitar y direccionar a los líderes que están en los territorios en diferentes talleres con los grupos: «Esto es aprender para la vida; un proceso muy completo donde hay aprendizajes, talleres, capacitaciones», señala Moreno.
La participación productiva y comercial se basa en una serie de actividades respaldadas por herramientas diseñadas para fomentar las habilidades empresariales de los beneficiarios del proyecto, con el objetivo de asegurar la operación fluida de sus negocios y la comercialización efectiva de los productos. El propósito es suministrar recursos metodológicos y orientación a través de facilitadores en el terreno en áreas relacionadas con el emprendimiento y los aspectos comerciales: «Nos centramos en la riqueza y productos de la región sin salirnos del marco conceptual y social de estas poblaciones, sino que estamos inmersos en su cultura y su idiosincrasia para trabajar con los recursos que tienen en su entorno», cuenta Carlos Mario, quien explica que con Mecanos para la Paz han llegado a los municipios de Nechí, Caucasia, Girardota, Sonsón, y recientemente a Sabanalarga y Arboletes.
En esta última fase también se realiza toda la identidad visual de la marca de los productos para que sean promocionados y atractivos para el consumidor final. Son más de 20 docentes involucrados en el proyecto de las facultades de Ingeniería y Producción y Diseño; además de asistentes por parte de la Dirección de Extensión y Proyección Social. En el laboratorio son 15 estudiantes de diferentes semestres de Electrónica, Mecatrónica y Eléctrica quienes apoyan en las actividades de ensamblaje, montaje y armado de las máquinas, así como los ensayos que se realizan con estas.
Muchos de estos productos han sido también el resultado de una investigación o de tesis de grado, tal y como sucedió con la empacadora de grano, una máquina de producción personal con cierto grado de automatización y de bajo costo para comunidades rurales. «Se llevó a cabo el diseño de la estructura de la máquina utilizando el software de SketchUp y la selección de los materiales con el propósito de implementar el programa de control para el sistema de la máquina en el cual se utilizó un PLC 8U8P y el software de Mgdmod». Esta afirmación se puede leer en la investigación realizada por Doris Yaneth Ceballos, Juan David Osorio y Luisa Fernanda Zapata, docentes del Pascual Bravo, quienes buscaron una herramienta práctica para ayudar a comunidades vulnerables que se beneficiaran con la reducción de costos y con el aumento en la velocidad de producción, lo cual benefició el progreso económico de un grupo focal.
«El proceso con Mecanos para la Pazha sido fácil, cíclico, sencillo; nos ha permitido un desarrollo desde lo local para que las personas en sus comunidades empiecen a manejar su soberanía alimentaria y económica, porque pueden darle un valor agregado a su producto y mejorar su valor al sacarlo al mercado. En ese sentido, es la solución a muchas de esas inquietudes que tiene el campesino al querer optimizar sus procesos», puntualizó Beatriz, líder beneficiaria.
Proyectos como estos abren un panorama de esperanza y paz desde las universidades, lo que confirma el compromiso esencial que nutre el quehacer investigativo volcado hacia la aplicación del conocimiento con fines tangibles de mejora para las sociedades.