Los diccionarios son más que compendios de definiciones. Como obra, presentan una muestra de los lugares comunes de una sociedad. En el caso del ocio, esos lugares comunes suelen compartir algo: se valoran de manera negativa. La primera definición del término que aparece en la Real Academia de la Lengua Española es «cesación del trabajo», y el ocioso es aquel «desocupado —que— no hace nada». Pero hubo un tiempo en el cual la vida ociosa era un privilegio intelectual.
En los últimos años ha aparecido el ocio como parte esencial de la vida, especialmente en el sector cultural y educativo. ¿De qué ocio se está hablando? ¿Cómo contribuye a la formación humana?
El ser ocioso
Criticar a alguien de ocioso es tildarlo de vago, es juzgarlo por la forma en que usa el tiempo. Esta imagen de aquel dedicado al ocio tiene sentido en una cultura que refuerza constantemente el valor del trabajo y la riqueza. Pero no era así en el mundo occidental antiguo.
El filólogo español David Hernández de la Fuente recoge en varios textos un poco de esta historia. Según Hernádez, en la Grecia antigua la noción de ocio (scholé) representaba un estado de liberación de la necesidad de trabajar «que se convierte en primordial para la búsqueda de la sabiduría y la práctica del mejor modo de vida». Con el tiempo, scholé derivaría en la palabra escuela.
En Roma, la idea del ocio tomó rumbos más terrenales. En su versión popular se concebía como el tiempo dedicado al descanso y al placer: «la negación del otium es el negotium {necotium), es decir, trabajo al que se dedicaban negociantes y mercaderes”». También en Roma aparece una versión vinculada a las fiestas y espectáculos de propaganda y control: circo, gladiadores, festivales y juegos públicos. Pero la herencia griega sobrevivió en las clases más acomodadas, y se mantuvo la idea de un ocio que hace posible la creación en forma de literatura o filosofía.
Hoy sobreviven estas formas de ocio como actividades del ámbito privado, dedicadas al ejercicio intelectual y la creación. Las pistas están en la tercera y cuarta acepción del término en el diccionario de la Real Academia: el ocio como «obras de ingenio». Sin embargo, lejos están de ser las más populares.
Ocio y experiencia
Diego Guerra es un cruce de caminos. Estudió Trabajo Social, Filosofía y Letras y una especialización en Intervenciones Psicosociales. Hasta el año pasado era el dinamizador de la Casa de la Literatura de Medellín, uno de los espacios del Sistema de Bibliotecas Públicas de la ciudad. Lo suyo es la gente.
Por su formación, trabajo y convicción, el ocio ha hecho parte de su vida: «es el tiempo que uno conscientemente dedica al cultivo de sí mismo». Y advierte: «en una sociedad donde todas las experiencias vitales y cotidianas son susceptibles de ser monetizadas, el ocio es estar ahí, es apostar por el autoconocimiento».
Él ha sido cómplice de ese tipo de espacios, un promotor del ocio. Por eso, resalta la importancia de que las organizaciones que deseen promoverlo, en vez de enfocarse en estimular algo cercano al entretenimiento, se enfoquen en otra concepción del tiempo: «una mirada menos funcionalista, una apuesta por el tiempo presente, el ‘trabajo que estoy haciendo ahorita’».
El Laboratorio para la transformación creativa
En la Institución Universitaria Pascual Bravo hay un laboratorio para la creación. Esta misión, tan amplia como el público que recibe, se ha soportado en el aprendizaje activo, un enfoque de enseñanza en el cual toda la comunidad pascualina participa como protagonista de su propio proceso educativo.
Según Melissa Correa, directora de Bienestar Universitario de la Institución, Bienestar Universitario propende por mejorar la calidad de vida de los estudiantes, el Laboratorio apoya estos procesos y aporta a la permanencia está dentro del programa Pascualízate. Allí se fomenta el trabajo en equipo, la comunicación asertiva, la escucha y la tolerancia a la frustración, además de estimular «el aprender jugando». En este lugar es posible pedir un espacio para lanzar una partida de juego de video o reunirse con amigos para hablar de cine y literatura, todo con el propósito específico de generar habilidades para la vida. De hecho, cuenta con clubes de lectura, dibujo análogo y series web. Sin embargo, el alcance del Laboratorio no para ahí.
Según Liliana Andrea Gallo, encargada de la gestión del proyecto de ocio productivo y la realización de actividades en el Laboratorio, detrás del nombre hay una utilidad: «este proyecto es el resultado de entender que el ocio productivo motiva la construcción de ideas, de proyectos, de innovación. Buscamos motivar la creatividad, pero a través del juego y la lúdica». El proyecto se articula de manera transversal con los procesos de investigación y extensión universitarios. Para lograr ese objetivo, la institución formó a un grupo de docentes y personal administrativo en conceptos como el aprendizaje significativo y en Metodología de Juego Formativo, un proceso de aprendizajes conceptuales y experienciales que potencia el desarrollo de las capacidades de crear, comprender y construir desde la lúdica. Experimentaron con plataformas de juegos mentales inicialmente con los semilleros de investigación, un público objetivo destacado en el Plan de Desarrollo 2019-2022 de la institución y al que dan continuidad en el actual Plan mediante el sistema Bienestar integrado para las felicidades.
La docente Claudia Liliana Flores Castiblanco, del Departamento de Diseño de la Institución, resalta las posibilidades que el Laboratorio le ha abierto como profesora: «estas estrategias y esas metodologías de juego inciden en los procesos de aprendizaje en el aula: la concentración, el relacionamiento con los otros, el trabajo en equipo, seguir procesos y entender instrucciones». Según Flores, la dinámica del espacio permite también tejer relaciones horizontales con los docentes y tutores.
Cuando se abrieron las puertas del Laboratorio, los asistentes participaban en juegos de mesa con la intención de fortalecer habilidades e interacciones sociales. Después adquirieron Lego Technic, la división especializada de la marca danesa Lego, que permite crear figuras con pequeños bloques. Con Lego Technic es posible potenciar la resolución de problemas y el razonamiento lógico al enfrentarse a armar pequeños carros de juguete, pero, por ejemplo, con suspensión y motor. Así mismo, con las consolas de videojuego han programado competencias, por ejemplo, de Rocket League (un juego de vídeo que combina vehículos con fútbol); para ello, se programó un congreso técnico con los participantes y horas de entrenamiento para luego enfrentar a quienes se habían inscrito.
Las actividades desarrolladas a partir del ocio productivo permiten profundizar en las denominadas Power skill (habilidades del poder o de empoderamiento) y es un lugar que genera unas dinámicas diferentes por su configuración. «Las formas del espacio condicionan los comportamientos del sujeto, como lo expresaba Michel Foucault en Vigilar y castigar», explica la docente Claudia Flores, para ella, con esta metodología los estudiantes adquieren conocimientos de manera menos condicionada que cuando se trata de una nota: «Se ven más ligados a la satisfacción personal, al afecto, a la vinculación con otros. Esto fortalece la autoestima, la concentración, la comprensión de gestos o indicaciones, mejora su lectura e interpretación, y les da ampliación de referentes porque se relacionan con pares con los que comparten esos conocimientos», comenta.
Ahora bien, si una actividad ociosa implica el uso no productivo del tiempo, la utilidad académica del Laboratorio podría entrar en conflicto con su concepción clásica. ¿Es posible reconciliar ambas posturas? ¿Puede un espacio dedicado al ocio tener una utilidad? Diego Guerra ofrece una pista: más que el punto final, la clave es el proceso.
«Por supuesto que hay resultados. Puede ser hacerte más sabio, mejor escritor, un pintor más diestro, un músico más técnico, un estudiante más crítico, un mejor académico; hacerte mejor en algo», afirma Guerra; y añade: «pero no en términos medibles. El asunto no es de indicadores, sino de que las personas sean más conscientes de la actitud con la que invierten su tiempo».
Bien sea para escribir un poema, desarrollar competencias socioemocionales, jugar cartas o dormir, las múltiples formas de ocio y sus definiciones parecen ser una parte esencial de la vida universitaria. También de la vida humana. Según Diego Guerra, el ocio incluso guarda una relación con el arte: «la contemplación de la belleza es una hermosa inutilidad y en ese sentido transgrede la lógica de lo productivo. El arte, como una dimensión estética, tiene mucho que ver en el ocio, porque el ocio es casi contemplación, contemplación de la tarde, contemplación de una pieza musical o contemplación de algo. No importa qué». ¿Podríamos ser un poco más ociosos?